En estos tiempos, tal parece, es pecado no ser joven. Y cuando hablo de juventud incluyo a los diversos estándares que reflejan se está dentro de ese rango etáreo, desde los organismos internacionales, estudios, hasta la percepción de cada quien. Partiré por decir que hablaré desde mi, como mujer, afrodescendiente que suma cuarenta años.
Por mucho tiempo me llamé joven en mis discursos interpersonales, llevaba bajo el brazo el discurso del adultrocentrismo. Me astiaba ver la discriminación por la poca edad que teníamos algunas personas y el desprecio disimulado y falta de atención de algunos/as por considerar que no se tiene la madurez para ejercer determinadas acciones. Sin embargo, con el tiempo percibí que el espejo tenía doble lado. Sí, en un abrir y cerrar de ojos, se va una década, aunque cuando eres joven piensas que el tiempo pasará lento. Hoy he comprobado que casi es “pecado no ser joven”. No se asuste, no hablaré de religión, uso el término pecado para llegar a la comprensión del tema. Apenas hablaré de moral y un poco de ética, que nunca hacen daño.
Para comenzar quiero apoyarme en la definición de violencia por la Organización Mundial de la Salud, la cual la identifica como el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno/a mismo/a, otra persona, grupo o una comunidad que es probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte.
La violencia psicológica, esa que no te deja moretones, es normalizada, llegamos a buscarle excusas, y lo que es peor, la asumimos, mediante burlas o comentarios, que al final se vuelven parte de la convivencia,.es decir, este tipo de violencia la naturalizamos en nuestra comunicación verbal, y quienes no estamos dispuestas a reconocerla como “normal”, somos catalogadas de intolerantes.
He percibido que como mujer no ser joven es una mochila a sobrepeso que la sociedad recarga. Basta ver las conmemoraciones de hechos y las personas gestoras, todas aparecen con retratos de cuando eran jóvenes. Pocas veces colocan fotos de adultez avanzada. Es una lucha contra el reloj, una negación al avance de algo natural en la humanidad como la edad.
En algunas culturas, comunidades o tradiciones, se han constituido “ritos de paso”; encierran un sentido mítico, y en esa exploración, es posible encontrar las formas en que se definen a los/as sujetos/as de la sociedad. Algunos son formas fascinantes de concebir la riqueza de cada etapa de la vida.
Desde hace una década, escucho a una figura pública diciendo que es un joven sobresaliente, avalado por no sé qué organismo. Ahora tiene 50 años, no tiene nada de malo su actitud de sentirse joven, pero mi pequeño demonio que a veces anda suelto, le inquieta ver tanta negación a todo lo viejo.
No puedo dejar de mencionar el surgimiento del concepto de adultocentrismo. Tengo muchos conocidos que la comparten. De hecho, el otro día me embelesaba un señor defendiendo que todo se centra en las personas adultas. Al terminar el discurso que me había creído un 50%, alguien me codea para decirme que él, quien suma más de cincuenta años, es un mujeriego con predilección por las menores de edad. Mundo pequeño, cosas absurdas.
Pero retomemos el tema de la edad y lo que yo llamaría un tipo de discriminación naturalizada. En esto incluyo a los concursos literarios, también algunos de periodismo, qué hablar de las becas. Tengo una colección de titulares del año 2017 de los eventos que me llegaron, más del 60% dedicados a “profesionales jóvenes”. Parece que tener más de 30 es sinónimo de cáncer. Casi todos dicen en las tres primeras líneas: “para jóvenes con poca experiencia y deseos de aprender técnicas nuevas”. Será que los de cuarenta, cincuenta y sesenta deben ser personas camino a embodegarse y ya no tienen nada que aprender, solo tejer, ver tv y escribir en la independencia de sus conocimientos, porque prácticamente todo en nuestra sociedad se maneja en lo etáreo.
Y qué decir de la forma como algunas personas jóvenes se refieren a las adultas, oiga esto: “Si usted pudo estar aquí con la edad que tiene, nosotras no tenemos ninguna excusa como jóvenes, vergüenza nos debería dar”. Uf, quizás quiso decir, si usted como mujer de setenta, con artritis, diabetes, hipertensión y un bastón o lentes puede salir de su casa simulando ser una persona mortal, yo que soy joven y llena de vida no debo poner pretexto para salir de mi casa y perderme un parkin con mis amistades y hacer algo productivo en cualquier ámbito.
He llegado a la conclusión que todo este tema etáreo es un asunto de comunicación, donde utilizamos formas poco asertivas, donde dejamos de un lado el siento-pienso-actúo. Esta violencia se ejerce en todas las etapas de la vida, pero percibo que a medida que pasan los años es mayor. Insisto en que hablo desde mi realidad. Es lamentable ver en una reflexión que nunca estás en la edad correcta, porque si te da por participar en algún colectivo no eres lo suficiente madura para hablar contenidos adecuados en una sala a modo de conferencista, cuando avanzas a mediada edad, debes seguir preparándote y estudiando y de plano te haces madre, vida de pareja y entras en otra fase, la mujer atrapada de la que habla Marcela Lagarde, a ese fenómeno donde las mujeres nos dedicamos al cuidado de todas y todos en familia y a la vez boxeamos en el desarrollo de nuestras metas. En este punto, tenemos madurez pero no alcanza el tiempo. Y cuando finalmente crecen tus hijos/as, si es que los llegas a tener o permaneces en la vida de cuidar a familiares, estás con el reuma, las várices, la espalda fregada, la rodilla que duele, y ni manejar puedes. Es una carrera contra el tiempo, repito…
Me resisto a la desesperanza del panorama y más allá de lo natural que puede ser padecer lo que la edad trae consigo, considero que podemos aprender a fluir, y dado que no podemos cambiar a las demás personas, lo que si podemos es tener una comunicación más asertiva, las personas jóvenes tomando en cuenta que un día envejecerán y no se quedarán en cristalinos 20, las de mayor edad sabiendo que fueron jóvenes con aciertos y desaciertos y su verdad no es la única, y no son hermanas del sol, por tanto los seres iluminados están lejos, y asumamos que lo que llevamos es una carga de experiencia y eso es algo que debemos aprender a reconocer con humildad, aunque en estos tiempos percibo, cuesta.
Procuro decirle a mis sobrinas que son libres, que hagan lo que quieran siempre que sea con respeto y sin herir a otras personas, pues si toca meter la boca y opinar, tocará. Si no, cómo sabrás cuando es el tiempo correcto para hacerlo. De seguro sobrará quien te diga que no tendrás la edad, y cuando tengas la edad estarás para la derrota, y ni así te darán la razón. Como comunicadora percibo es un tema de comunicación, donde nadie parece tener la verdad, así que esta reflexión ni se le ocurra tomarla al pie de la letra.
La edad es un problema para muchas personas en la medida que nos concentremos en las diferencias de las otras personas y nos metamos a competir en una nube que podemos llenar de plomo, y hacer de ella algo a mecernos o convertirla en un ring de boxeo. Es tan corto el camino que bien podríamos hacer una piscina de banana split y zambullirnos todas a lograr los objetivos. Total, todas, aunque sea podemos soñar con nadar: niñas, adolescentes, jóvenes, de la tercera edad, adultas mayores, ancianas, con olor a vela, más allá que de acá, y todas esas frases estereotipadas que hemos aprendido y con las que nos humillamos unas a otras en broma y en serio, una misoginia entre mujeres que sabe “normal” estos días. Tal vez cuando caigamos en la razón que un día fuimos jóvenes, diremos, me toca callar y aprender a nadar.
Generar conciencia de la violencia hacia la mujer es importante, no obstante, no es suficiente con reconocerla, debe complementarse con acciones en la comunidad, esto incluye la escuela, la vida en pareja y con los hijos/as, sin olvidar a los medios de comunicación y comunicadores/as, a fin de promover espacios donde nos sintamos seguras, en convivencia sana. Haciendo un trabajo de introspección, estoy segura que nos daríamos cuenta que no nos gustan para nada esas bromas que hacen alusión a la edad.
Texto de Sharon Pringle Félix
Foto de Plashka Meade Webster
Last modified: 26/11/2018