El Mito de la Guerra Buena

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Preguntémonos: ¿Por qué la bestia (666) hegemónica tiene el derecho exclusivo a poseer armas de destrucción masiva y el resto de los países no? La respuesta está en su absurda y nefasta creencia del DESTINO MANIFIESTO (una falacia que está viva), que se sustenta en las siguientes ideas:

1. El gobierno de los Estados Unidos, la Constitución y las instituciones del país y, a consecuencia de ello, los propios estadounidenses, poseen virtudes que los hacen únicos y especiales.

2. Como consecuencia de lo anterior, los estadounidenses tienen la obligación moral de propagar su forma de gobierno y su visión del mundo.

3. Que en esta misión serán acompañados por Dios.

¿Por qué Estados Unidos arrasó Hiroshima y Nagasaki?

El Lunes, 06 de agosto 1945, La bomba nuclear “Little Boy” fue lanzada sobre Hiroshima por un bombardero estadounidense B-29, el Enola Gay, matando directamente a unas 80.000 personas. A finales del año, los daños por la radiación aumentaron las bajas entre 90,000-140,000.

El 9 de agosto de 1945, Nagasaki fue el blanco del segundo ataque con bomba atómica en el mundo, cuando el norte de la ciudad fue destruido. Se calcula que 40.000 personas murieron por la explosión de la bomba apodada “Fat Man”. El número de muertos por el bombardeo atómico totalizó 73.884 víctimas, así como 74.909 heridos y otros cien mil enfermos y moribundos por causa de la lluvia radiactiva y otras enfermedades causadas por la radiación.

En el Teatro Europeo, la Segunda Guerra Mundial terminó a principios de mayo de 1945 con la capitulación de la Alemania nazi. Washington ocupó con firmeza y confianza parte en la mesa de los vencedores, decididos a lograr lo que podría denominarse como: “objetivos de guerra”.

El 25 de abril 1945, Harry Truman se enteró de que EE.UU. dispondría pronto de una nueva arma poderosa, la bomba atómica. La posesión de esta arma abrió todo tipo de impensables pero extremadamente favorables perspectivas, y no es de extrañar que el nuevo presidente y sus asesores cayeran bajo el hechizo de lo que el renombrado historiador estadounidense William Appleman Williams llamó una “visión de la omnipotencia”

En el momento de la rendición alemana en mayo de 1945, la bomba estaba casi -pero no del todo- preparada. El presidente Harry Truman había sido informado de que la bomba era probable que estuviera lista para entonces – preparada- quiso decir, para ser utilizada como “un martillo”, como él mismo declaró en una ocasión, como una ola “sobre las cabezas de los niños en el Kremlin”.

En la Conferencia de Potsdam, que duró del 17 de julio al 02 de agosto 1945, Truman, efectivamente, recibió el mensaje tan esperado de que la bomba atómica había sido probada con éxito en 16 de julio en Nuevo Méjico. A partir de entonces, ya no se molestó en presentar propuestas a Stalin.

Al lanzar la bomba atómica, los estadounidenses esperaban terminar, acabar con Japón instantáneamente, e ir a trabajar en el Lejano Oriente como el caballero solitario, es decir, sin estropear su victoria dando parte a “infiltrados soviéticos indeseables”.

Si los gobernantes japoneses no respondían de inmediato a los bombardeos de Hiroshima con una capitulación incondicional, podía haber sido debido a que no podían saber de inmediato que sólo un avión y una bomba habían hecho tanto daño.

En todo caso, pasaría algún tiempo antes de una capitulación incondicional próxima, y en razón de este retraso la URSS se involucró en la guerra contra Japón. Esto hizo que Washington se pusiera impaciente: el día después de la declaración de guerra soviéticos, en 09 de agosto 1945, Una segunda bomba fue lanzada, esta vez en la ciudad de Nagasaki.

EE.UU. derrotó a su rival e iba a ser ocupado por los norteamericanos solamente, y como único “Virrey” americano en Tokio, El general MacArthur se aseguraría de que, independientemente de las aportaciones realizadas a la victoria común, ningún otro poder tuviera voz y voto en los asuntos de la posguerra de Japón.

Hace 73 años, Truman no necesitó usar la bomba atómica para poner a Japón de rodillas, pero no tenía razones para no querer usar la bomba. La bomba atómica permitió a los estadounidenses forzar a Tokio a rendirse sin condiciones, sirvió también para mantener a los soviéticos lejos del Lejano Oriente y- por último pero no menos importante – para forzar que Washington estaría en el Kremlin también.

Hiroshima y Nagasaki fueron borrados por estas razones, y muchos historiadores norteamericanos cuenta algo de ello; Sean Dennis Cashman, por ejemplo, escribió:

“Con el paso del tiempo, muchos historiadores han concluido que la bomba fue utilizada por razones políticas. Vannevar Bush, jefe del Centro Americano para la investigación científica indicó que la bomba se entregó también a tiempo, de modo que no hubo necesidad de hacer concesiones a Rusia al final de la guerra.

El mismo Truman declaró hipócritamente en su momento, que el objetivo de los dos bombardeos nucleares había sido “para devolver los chicos a casa” (una de las excusas que dio Trupp, para bombardear a Siria). En el primer caso para terminar rápidamente la guerra sin más pérdidas de vidas humanas del lado americano y en el caso de Siria, para destruir presuntas armas químicas, sin esperar investigaciones serias que estaban en marcha, en abierta violación a la Carta de las Naciones Unidas, del Consejo de Seguridad .y a los Derechos Humanos del hermano pueblo sirio.

Esa explicación, en 1945, fue transmitida acríticamente en los medios de comunicación estadounidenses y se convirtió en un mito propagado con entusiasmo por la mayoría de los historiadores y los medios de comunicación en los EE.UU. y en todo el mundo “occidental”. El mito de la “guerra Buena” aún vigente, sirve para justificar bárbaros ataques nucleares contra objetivos concretos, ente otro Irán, Corea del Norte y Siria.

EL MITO DE LA GUERRA BUENA, definido así por Jacques R. Pauwels, autor de la obra del mismo nombre: Norteamérica en la Segunda Guerra Mundial; James Lorimer, Toronto, 2002

La noche del 13 al 14 de febrero de 1945 la antigua y hermosa capital de Sajonia, Dresde, fue atacada tres veces, dos por la RAF (las Fuerzas Aéreas Británicas) y una por la USAAF (Fuerzas Aéreas de Estados Unidos), en una operación en la que participaron más de 1.000 bombarderos. Las consecuencias fueron catastróficas ya que el centro histórico de la ciudad quedó incinerado y perdieron la vida entre 25.000 y 40.000 personas. Dresde no era un centro industrial o militar importante y, por lo tanto, no era un objetivo que mereciera el considerable e inusual esfuerzo conjunto estadounidense y británico que supuso el ataque. El bombardeo de Dresde parece, pues, que fue una masacre sin sentido y aparece como una terrible anécdota más de la Segunda Guerra Mundial, cuyo colofón tuvo lugar en Hiroshima y Nagasaki en el verano de 1945.

¿Alguna diferencia entre todas y cada una de las guerras fabricadas por el imperio durante toda su negra y sangrienta historia y el ataque masivo que acaba de hacer la bestia (666) hegemónica y aliados serviles contra la Patria hermana de Siria? ¿Es lo que le espera a la humanidad entera, incluido el colapso ambiental, por ese mito de los bárbaros y la convicción en su DESTINO MANIFIESTO?

Ojalá se haga carne la solidaridad y se unan esfuerzos y voluntades globales, para detener el apocalipsis imperialista, antes que sea demasiado tarde.

Fraternal saludo y adelante, siempre adelante.

Franklin Ledezma Candanedo
Periodista y Escritor

Last modified: 16/04/2018

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