Del despojo a la esperanza: el poder de las comunidades ante las hidroeléctricas

Written by | Alternativas Socioecológicas

Serie: Soluciones Endógenas frente a los Límites Planetarios

En lo más alto de la provincia de Chiriquí, donde el río Chiriquí Viejo serpentea entre montañas fértiles, una comunidad campesina se convirtió en símbolo de resistencia y esperanza. Caisán, un pequeño corregimiento muchas veces ignorado por los grandes titulares, logró detener varios proyectos hidroeléctricos que amenazaban los afluentes que nutren su vida cotidiana. Aunque no se logró frenar el avance total del modelo hidroenergético, su lucha es un ejemplo de organización comunitaria frente al despojo.

El despojo disfrazado de desarrollo

Todo comenzó a inicios del  2000, cuando el Plan Puebla Panamá (PPP) —más tarde renombrado como Proyecto Mesoamérica— se propuso “integrar” la región mesoamericana mediante la interconexión eléctrica, infraestructura y telecomunicaciones. Bajo el discurso de modernización y energía “limpia”, el verdadero objetivo era crear una red para transportar recursos naturales hacia grandes mercados, en especial el estadounidense. Panamá fue pieza clave en esta estrategia. Con casi 85 hidroeléctricas proyectadas y una política energética centrada en la privatización, el país abrió paso a empresas que llegaron a desviar hasta el 90% del caudal de los ríos.

En Chiriquí, el río Chiriquí Viejo se convirtió en un blanco estratégico de este modelo extractivista. En su cauce principal —incluido el tramo que atraviesa el corregimiento de Caisán— se construyó una cadena de siete hidroeléctricas que transformaron drásticamente el ecosistema. Las comunidades enfrentaron embalsamientos, desecación de ríos, pérdida de biodiversidad y la privatización de fuentes hídricas vitales. Las promesas de desarrollo y empleo resultaron ser ilusorias. En cambio, llegaron la contaminación, el desempleo, el alcoholismo y otros problemas sociales.

“Nos dijeron que era energía limpia, pero los ríos quedaron secos, llenos de algas, con basura y sedimentos. Nos quitaron el agua, y no la devolvieron nunca”, relata un campesino de Caisán.

La dignidad organizada: una década de resistencia

En 2007, las comunidades afectadas en el distrito de Renacimiento comenzaron a organizarse. Aunque los proyectos que se lograron frenar no eran los más grandes en escala, sí afectaban afluentes esenciales para la agricultura y ganadería local. La resistencia fue primero institucional, con peticiones y denuncias, y ante el silencio, llegó la movilización: cierres de calles, protestas y campañas de concienciación.

Uno de los registros más potentes quedó documentado por FUNDICCEP —Fundación para el Desarrollo Integral, Comunitario y Conservación de Ecosistemas en Panamá— en un documental donde los propios pobladores narran sus años de lucha ignorada:

“No hay autoridad, no hay diputado, no hay gobernante que escuche. (…) Y aunque veamos correr algo de agua en los ríos, ya no estará disponible, ya no será nuestra. Será de un empresario que vive lejos, que no comprende por qué el río es parte de nuestra vida.”

Gracias a esta resistencia, se detuvieron 15 proyectos hidroeléctricos en Chiriquí y otros 7 en Veraguas y Coclé (Barriles y Cotito). En el río Caisán, un afluente del Chiriquí Viejo, la comunidad logró detener un proyecto que habría comprometido aún más el equilibrio hídrico de la región.

Compartimos la experiencia de Damaris Sánchez Samudio de la Fundación para el Desarrollo Integral, Comunitario y Conservación de Ecosistemas FUNDICCEP  en Panamá: Ir a descargar

Una transición energética desde la comunidad

Pero Caisán no se quedó solo en la resistencia. Con apoyo de FUNDICEPP y el financiamiento de Fundación Natura, la comunidad propuso una alternativa: energía desde el campo, limpia de verdad, y en manos de quienes la necesitan. Instalaron biodigestores que transforman los residuos de la ganadería, principalmente el estiércol de cerdo, en biogás y electricidad. Lo que antes era un desecho, hoy es energía para cocinar, lavar, iluminar y vivir con dignidad.

“Pensábamos que la producción de energía era solo para las grandes empresas. Pero hoy sabemos que también es posible con lo que tenemos. El estiércol, que antes era un problema, ahora puede ser la fuente de nuestra energía”, comenta Jonathan González, activista y campesino de Caisán.

Este proyecto no solo genera energía: disminuye el uso de fertilizantes químicos, promueve los abonos orgánicos, restaura el bosque y fortalece un modelo productivo sostenible.

El futuro se construye desde abajo

A casi 20 años del inicio de su lucha, Caisán demuestra que la resistencia no solo es posible, sino transformadora. No detuvieron todo el modelo hidroeléctrico, pero sí lograron cambios concretos que hoy benefician a su entorno.Y lo más importante: abrieron caminos hacia una transición energética justa, comunitaria y basada en el respeto a la Madre Tierra. El río, aunque herido, aún corre. La energía, ahora, también nace del esfuerzo colectivo.

Porque en Caisán entendieron que la esperanza, como el agua, siempre encuentra su cauce.

Por: Por: Milena Umaña. Radio Temblor internacional

Last modified: 17/07/2025

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