Sentipensamientos desde México, vía Bolivia…

Written by | Panamá

Con mi compadre el Cebaldo tuvimos el enorme gusto de conocer temprano la ponencia de la filósofa mexicana Katya Colmenares Lizárraga. Fue presentada el 22 de junio en el ciclo de conferencias de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia: Pensando el mundo desde la vida: “Hacia una Política para la vida”. Como mucho de lo bueno, el video y luego la transcripción y hasta el contacto con Katya, nos llegaron a través de manos amigas: esta vez, de Margarita Medina. Entusiasmados, quisimos compartir con todos en Luna Llena un extracto de la ponencia, consultamos a la autora y ella amablemente dijo que sí.

Es mucho mejor ver y escuchar la presentación en Facebook. La selección que  en esta Luna transcribimos va del minuto 1h 16, al 1h 24 (8 minutos).

Terminamos nosotros  con un comentario sobre la ponencia que desde Boston nos envía una asidua colaboradora de… de esta botellita con mensaje dentro que cada plenilunio soltamos a la mar y que quizas termina alumbrando un poquito algunas playas y que nosotros le hemos puesto de nombre: “Luna Llena

“Como Katya dice, la comprensión del Amor por nuestros hijos es una de las formas en las que recuperamos la belleza del Aquí y Ahora; y el gran gozo que es posible en ese momento. Aprendemos así a encontrar nuestra propia luz y la luz del pasado. Katya conecta a nuestros antepasados, a nosotros mismos y a nuestros hijos, en una línea que va desde la Pachamama al presente-futuro… 

Sí, nutrir y recuperar la sabiduría y el poder de la madre… Pero me gusta que ella reconozca  tanto el amor de la madre como del padre. El padre también es una lámpara tremenda para el niño o la niña: los hombres tienen intuición y las mujeres tienen profundidad lógica — todo es luz —  Es hermoso cuando se reconoce cualquier luz que brilla en el otro, y también en los hijos…”

Adelante Katya, la Luna es suya.

– Jorge

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“El estudio de las distintas culturas que se han desarrollado en la humanidad ha demostrado que aquellas en las cuales se perturba o impide la relación mamá-bebé son culturas agresivas y guerreras, mientras que aquellas en las cuales se fomenta el apego tienen mayor respeto por la vida y empatía por el otro. Cuando un bebé viene al mundo y es bien acogido, satisfecho en todas sus necesidades de calor, alimentación, cariño, atención y cuidados, puede desarrollar normalmente su cerebro. El cariño, la cercanía y total disposición de la madre son fundamentales para un correcto desarrollo de las capacidades intelectuales del niño, pues “la urdimbre afectiva es la base sobre la que se desarrolla la inteligencia” [1]. Como afirma Michael Odent, “el hombre merecerá su calificativo de sapiens el día en que ponga su supercomputadora neocortical al servicio de la vida, al servicio de un potente vínculo con la vida” [2].

Si queremos transformar la humanidad, necesitamos comenzar por el principio, tenemos que criar la comunidad. Laura Gutman afirma que el viraje consiste en poner a los niños en el centro de la escena construyendo una civilización niñocéntrica[3]. Esto es, una civilización que tenga como prioridad la satisfacción emocional y física de nuestros niños.

Un niño necesita una madre conectada, disponible, tranquila, acompañada. Acompañar a las madres en el redescubrimiento de su corporalidad, su poder y su sabiduría, tendría que ser uno de los ejes principales de una Política para la vida. Las madres son el canal y la nutrición primera a través del cual la humanidad entera ha fluido en una cadena milagrosa: necesitamos ampararlas y darles todas las condiciones para un maternaje pleno.

En el siglo XXI, las madres estamos demasiado solas, escindidas, vulnerables, infantilizadas, desconectadas; respondiendo a las expectativas de la producción del capital, nos vemos forzadas a descuidar la célula misma donde se origina la comunidad. Enfatiza Gutman, que así como se organiza una manada de leones para dormir, donde los leones alfa forman un círculo, las hembras se sitúan en otro circulo adentro y finalmente al centro de toda la manada se ubican las crías. Cualquier depredador que venga tendrá que enfrentar primero a los machos, luego a las hembras, antes de poder atacar a las crías. Todos los integrantes de una comunidad, tendríamos que funcionar desde el criterio del amparo a la madre con los hijos, y cuando no hay madre, al padre con los hijos, con ello se garantiza la continuidad.

¿Por qué los niños? Hay muchas cosas que debemos aprender de la primera infancia. Mencionaré dos de ellas: La primera, que los niños nacen perfectamente alineados a la Pachamama y a la humanidad, requieren calor, alimento, sostén, presencia materna, mirada. Lo único que demandan es verdadero encuentro humano. Si lo obtienen, ya están en el paraíso. Pero dice un proverbio africano “el niño que no sea abrazado por su tribu cuando sea adulto quemará la aldea para sentir su calor”. De lo que se trata la educación y la política es de producir en la consciencia del niño el nosotros que ya está en su corporalidad. Los niños tienen que saber que ellos son la razón de existir de los ancestros para que en su vida madura puedan tomar la responsabilidad por la vida también.

La segunda cosa que podemos aprender de los niños es que no hay límites en el aprendizaje. Lograremos lo que nos proponemos. Los niños no dudan de sus capacidades, por ello la curva de aprendizaje es impresionante en los primeros años. El secreto está en saberse infinito, perfecto. Envejecer significa asumir la finitud como condición irrebasable. La duda es la renuncia al infinito.

Hay un relato mítico millones de veces leído y a mi parecer muy incomprendido. En el primer libro de la Torah o Pentatéuco leemos que la serpiente se acerca a la mujer y le dice que si come del árbol que le fue dicho que no debía comer, sería como Dios. ¿Qué es lo que se oculta en esta formulación? Si comer le haría ser como Dios, en realidad lo que la serpiente

le está diciendo es que no es como Dios. Pero estamos todavía en el momento idílico del paraíso, Adam y Hava eran como Dios. Es precisamente la duda de ello lo que los hace descender de ese estado.

Una Política para la vida no puede conformarse con la aspiración a la construcción futura de relaciones humanas y dignas, en armonía con la naturaleza. Tiene que producir su construcción ya en el camino mismo de la Política.

Para la modernidad el ser humano es malo y egoísta por naturaleza, por eso su política es una administración de la maldad y del egoísmo, no hay salida. Juan José Bautista afirma que la secularización de eso es comprender al ser humano como imperfecto, pero si queremos transformar el mundo no podemos partir de ninguna de esas antropologías. Nacemos alineados con la naturaleza, debemos cultivar esa alineación y volverla conciencia. Tenemos que partir del hecho de que la relación humana y comunitaria es de hecho una experiencia real, no solo posible.

No se trata entonces de proponernos la construcción de la utopía en el futuro, se trata de actualizar en el aquí y el ahora la experiencia comunitaria. Cada uno de nosotros puede ser testimonio de la realidad de la transformación: a eso estamos llamados, porque es nuestro propio contenido.

Hasta en el grito de dolor de un ser humano negado está la búsqueda de realizar el sueño despierto de la humanidad. Cada uno de nosotros es una zarza ardiente, la comunidad de vida yace dentro de nosotros, intacta y ningún fuegopodrá consumirla.” 

– Katya Colmenares Lizárraga

[1] Fernandez, Isabel, La Revolución del nacimiento, EDAF, Madrid, p. 157.
[2] Odent, Michael, El bebé es un mamífero, Editorial OB stare, p 56-57.
[3] Gutman, Laura, Una sociedad niñocéntrica, Ed. Penguin Random House.

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Julio de 2021

Por: Cebaldo de León. Poeta y antropólogo.

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Last modified: 25/07/2021

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