Matsuo Basho, un poeta caminante

Written by | Panamá

A Luis Alfonso Rodríguez,
que me habló de Basho por vez primera

El mexicano Octavio Paz y un amigo japonés, Eikichi Hayashiya, publicaron en 1957 la
primera traducción a lengua de Occidente de un diario de viaje de Matsuo Basho, poeta
japonés del siglo XVII. Oku no Hosomichi, en japonés, Sendas de Oku, en español, lo publico
la Universidad Nacional Autónoma de México1

. Dijo Paz aquella vez que no lo hacían “para
ganar comentarios, Basho no los necesita, sino lectores. Aclaro: son los lectores, somos
nosotros – atareados, excitados, descoyuntados – los que ganamos con su lectura.”

Imagínense amigos: 1957. Qué diría de los lectores de hoy. Y qué más aun de los no-
lectores…

Pido permiso para citar varios comentarios del libro en mención (irán en itálica cada vez).
Mis respetos y agradecimiento, don Octavio – también a su amigo don Eikichi – por
obsequiarnos a Basho y a sus haikús.

Su verdadero nombre era Matsuo Kinsaku. Matsuo Basho fue el ultimo nombre literario que
él mismo se se puso y lo hizo por una mata de banano (“basho”, en japonés), que crecía
junto a su pequeña casa. Nació en 1644 en Ueno, Japón. En 1683 publica su primer diario
de viaje. En 1689 a los 45 años inicia la peregrinación que relata en Oku no Hosomichi, viaje
de dos años y medio. Eran los suyos viajes solo o acompañado; viajes a pie como un monje
pero asimismo como un extraño “sembrador de poesía”. Dice Paz, quien de poesía entendía
mucho, que gracias a él la poesía japonesa alcanza una libertad y frescura ignoradas hasta
entonces.

Pero para ubicarnos bien hoy tenemos que imaginar cómo pudo ser un viaje a pie y a lo
largo de 30 lunas, en el Japón del siglo XVII. Ciertamente, el poeta era ya reconocido pero
no habían entonces redes sociales que anunciasen por dónde iba ni cuándo se aparecería.
Peligros no faltaron pero tampoco hospitalidad y refugio.

En sus cuadernos de viaje Basho anotaba en prosa las impresiones del camino, bordeando
los haikús que nacían de sus vivencias en templos, santuarios, refugios de ermitaños,
árboles y plantas (…a las que buscaba como si se tratase de familiares que no había visto en
años), montes (que ascendía), y demás apariciones del camino.

Debo decir que me ha costado entender qué es poesía en haikús. Otra vez, ha sido el
maestro mexicano quien nos ha enseñado: El haikú no solo es poesía escrita – o más
exactamente, dibujada – sino poesía vivida. …Un poema en haikú trae en sí un mundo de
resonancias, ecos y correspondencias […] Y es tarea del lector recrear el poema.
Es decir,
sentir el significado o uno de los significados que quien escribe un haikú pretende registrar.

Se divide en dos partes, una de la condición general y la ubicación temporal o espacial del
poema …. La otra, relampagueante, debe contener un elemento activo. El haikú es la
anotación rápida de un momento privilegiado.
En Basho, es ejercicio espiritual, dice Paz.

Veamos como ejemplo, un haikú escrito por Basho en su cuaderno:

Admirable
Aquel que ante el relámpago
No dice: la vida huye…

Interpreta Paz: Ese relámpago no nos avisa de nuestra mortalidad […] nos dice que el
hombre no es únicamente el esclavo del tiempo y de la muerte sino que, dentro de sí, lleva
otro tiempo. Y la visión instantánea de ese otro tiempo se llama poesía…

Quise contar sobre Basho en esta Luna por la enorme atracción que ejercen en mí los
caminantes. Ni qué decir de quien además, va andando y poetizando. Por eso alguna vez
con el Cebaldito no dudamos en entrevistar a Mulget Amaru Megersa, caminante de Etiopía
que apareció a la vuelta de nuestra casa, en Gamboa, en plena pandemia2
.

¡Grande el Basho! Había que contribuir aunque fuera un poquito a su difusión. No se crea:
uno se prepara, lee harto del tema, estudia, consulta, escribe, borra, cambia, re–escribe.
Cuesta intentar algo bueno para honrar a la luna, para agradecer que la podemos seguir
observando.

Pero el empujón final vino al leer en la introducción del libro en mención, esta frase
[anotada por Basho mientras hacía los preparativos para tan largo viaje): “…la idea de la
luna en la isla de Matsushima llenaba todas mis horas”.

Guardando con respeto las distancias, somos de la misma religión.

Haga usted la despedida don Octavio, por favor. …Ese hombre frugal y pobre que escribió
ya entrado en años y que vagabundeó por todo el Japón durmiendo en ermitas y posadas
populares; ese reconcentrado que contemplaba largamente un árbol y un cuervo sobre el
árbol, el brillo de la luz sobre una piedra; ese poeta que después de remendarse las ropas
raídas leía a los clásicos chinos; ese silencioso que hablaba en los caminos con los labradores
y las prostitutas, los monjes y los niños, es algo más que una obra literaria: es una invitación
a vivir de veras la vida y la poesía.

1 Disponible libre en internet

2 www.inawinapi.com/luna–llena/habia–un–ser–humano–enorme–a–la–vuelta–de–mi–casa

Ilustración de Ani Ventocilla King

Last modified: 09/12/2022

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