Honduras se reinventa… ¿qué pensas vos?

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No pretendo hacer análisis sino, desde mi manera de ver las cosas, promover algún tipo de reflexión en torno a lo que nos está pasando a los y las hondureñas, lo que nos está quedando del país en el que nacimos (al menos a mi generación) y lo que desde ese seísmo social en el que estamos, quedará para las generaciones venideras. Creo que en la coyuntura actual que se encuentra nuestro país es importante lo que todos y todas digamos, escribamos o platiquemos por el medio que sea y ante cuantos nos sea posible. Honduras se reconfigura, redefine su andar y su forma de concebirse como país, como nación y como sociedad… de eso no hay duda.

Habitamos un país que, en la mera lógica de las ciencias, gravita inevitablemente a una nueva etapa evolutiva, y como en esas ciencias nos enseñan, acá las especies más fuertes se comen a las débiles. De manera que en la nueva configuración algunos están actuando de forma pasiva (también entendida como opuesta o de oposición, pero sin real poder de aporte y decisión) y otros están diciendo por donde, hacia donde y a favor de quien se tiene que definir los engranajes modernos.

La reconfiguración de éste país no es nueva y tampoco es únicamente en la lógica de las ciencias sociales como, en la actualidad, nos lo quieren hacer creer algunos analistas. Honduras empezó a cambiar físicamente en la década de los noventas, cuando el ex presidente Callejas cambió la ley de Reforma Agraria por una llamada de Modernización Agrícola, que hiso que lo que, en alguna medida se había conseguido para todos y todas, se convirtiera a sangre, golpe e impunidad en propiedad privada, en el país de los grandes feudos y las mayorías explotadas.

Después se vino el huracán Mitch, cuyas aguas y tormentas movieron la sociedad de un lugar a otro e hicieron que las ciudades y los pueblos se repensaran, ya no tanto por su ubicación con las grandes ciudades, sino con las posibilidades sobrevivencia exitosa ante eventuales llegadas de nuevas amenazas naturales. Los últimos dos eventos importantes que podemos recuperar hacia esta nueva configuración, sin temor a equivocarme, son el golpe de estado perpetrado en el 2009, cuyos efectos polarizadores no solo afectaron a la sociedad política sino a la comunidad y la familia en sí misma, y por otro lado el efecto continuado de ese golpe de Estado que en los días actuales se refleja en el fenómeno de idolatría, corrupción y egocentrismo que envuelve al gobierno actual conducido por Juan Orlando Hernández.

Juan Orlando:

Presidente, dictador o ególatra de su propia ambición

Sin siquiera saberlo, creo yo, el actual presidente de Honduras coquetea con la nueva configuración social del país. Honduras emerge, con especial fuerza, después del golpe de Estado hacia un nuevo modelo de sociedad. Las generaciones que en años anteriores vivieron golpes de estados despertaron del letargo de la farsa de democracia que les vendieron y las generaciones nuevas, las que no habían tenido, hasta entonces, experiencias de ese tipo, recibieron los embates y efectos del golpe con una transformación de conciencia que no habían conseguido, al menos en lo que yo creo, los últimos 35 años de formación política e ideológica en la que desde uno y otro lado se habían sometido.

Con esas condiciones generadas por el golpe y los gobiernos sucesores, cuyo legado escrito está en el plan de país, el perfil de Juan Orlando emerge en la sociedad actual como una de esas especies parasitarias que vienen a devorar a las menos fuertes, pero sin claridad de ostentar el control en el nuevo orden que se establece. Por tanto no es casualidad, sería ingenuo pensarlo así, que el hombre sea presidente, que antes fuera presidente del Congreso Nacional y que, antes de eso, se estuviera codeando con las elites (árabe-judío-palestinas) del país, aunque él como le hacían chiste en uno de esos memes del Facebook hace algunos días, no pueda ni siquiera por afinidad y respeto (menos por descendencia) contarse entre ellas. Él es presidente y tiene una tarea que cumplir, una tarea que ni siquiera él sabe que tiene que asumir. Pero tiene, a mi manera de ver, las tres características necesarias para ser parte del tablero en este juego: es ciego, sordo y ambicioso.

La nueva configuración de sociedad encontró en Juan Orlando la figura adecuada para dinamizar los procesos de reconfiguración. Como presidente es capaz de hacer lo que fuera necesario (haré lo que tenga que hacer) para mantenerse en el poder. Sus ambiciones son tan grandes que incluso eso lo vuelve ciego ante los daños que le está causando al país que él mismo habita, y del que no podrá irse nunca pues sus actos desmedidos de control y ambición al poder lo hacen inaceptable en cualquier otro lugar; y ciego para darse cuenta que él, en sí mismo, no es más que una marioneta que fuerzas más grandes (especies mayores) están manipulando a su conveniencia para situar las coordenadas de la nueva sociedad que se imaginan, pero que quitarán cuando ya no lo consideren necesario. Pero además tiene la particularidad de ser sordo, no escucha ni es capaz de leer los clamores regionales de cambio y, en su propio país, no es capaz de escuchar la impopularidad, el desprecio y la condena social a la que su figura es sometida.

Juan Orlando es el presidente impuesto por esa especie mayor que busca tomar el control, lo eligieron por sus profundas y marcadas ínfulas de dictador (solo visibles en personajes de la historia como Hitler o T.C. Andino) que por su ambición desmedida es fácil de poner y por ella misma es más fácil de quitar. Pero sobre todo lo pusieron porque es tan alto su ego que, desde las mieles del poder en las que el mismo se sacia, no es capaz de ver los enjambres de abejas que le sobrevuelan. En el fondo el hombre es todo eso… es presidente, dictador y un ególatra de su propia ambición, que se conforma con su papel de mayordomo (capataz) en la hacienda que el modelo neoliberal convirtió mi Honduras y desde donde, para su gusto particular, puede absolver o castigar (garrote, gas, cárcel y…) a los que en esa jerarquía estamos por debajo de su cuota de poder. ah y una cosa más para aquellos que les gusta llamarse sus amigos, estoy convencido que en el perfil de una persona como Juan Orlando, la amistad no existe, estarán ahí en su entorno mientras le sean necesarios para administrar a su gusto la mínima cuota de poder que le dejan los que realmente están ostentando el control.

Una nueva sociedad:

Lucha de poderes, conciencia de clase y fracaso institucional.

Lo que no se imaginaron las especies mayores que planearon esta reconfiguración es que las cosas se pondrían tan complejas. Que el efecto mariposa que se generaría iba a crear ondas tan grandes que abarcarían otras especies, promoverían otros deseos y sacudirían la institucionalidad del país. Lo que pensaron podría conseguirse con un poco de fuerza, gas y unos cuantos muertos como efectos colaterales se ha convertido en lucha de poderes y una puesta en marcha de estrategias para la sobrevivencia de una y otra especie. Sin duda, y siguiendo la lectura de las ciencias naturales, unas especies van a imponerse a otras y así, paulatinamente, se ira redefiniendo este proyecto de sociedad.

Hay una nueva oligarquía configurándose y otra que está queriendo tomar el poder total que no había podido gozar a plenitud en los últimos años. La primera surge con nuevos rostros cuyos capitales no tienen legado histórico, son espontaneas, excéntricas y tienen su sustento en la impunidad y el fracaso del Estado, aunque sueñan, de alguna manera, con estar en él ya no para vivir parásitamente como la actual, sino para sentirse legitimados y reconocidos en los corredores de la democracia que, por regla general, no tienen cabida. La segunda es una lucha de poder étnica (por así decirlo) en donde unos (de origen judío) están siendo sometidos por otros (árabe-palestinos) en una lucha que tiene años y que no ha sido posible superar, a pesar de haber logrado, por mucho tiempo, establecer pactos de caballeros y respeto mutuo, al mero estilo de las guerras en las novelas caballerescas.

El efecto mariposa en esta configuración alcanza a otros estratos de la sociedad, a los siempre marginados de todo. Esta población marginada social, económica y políticamente, después del golpe de Estado y por todavía no sé qué razón real ha despertado de la noche a la mañana con otro tipo de conciencia social y, por qué no decirlo, con el deseo de tomar el poder. Su configuración y estrategia ha sido amorfa, poco fructífera y en los casos más relevantes, cargada de errores y aprovechados que viendo las aguas revueltas, lanzaron sus atarrayas para traer pescado a sus propias mesas. Pero lo cierto, a pesar de lo antes dicho, es que hay en esa población excluida otros niveles de reflexión, de análisis y de responsabilidad social para con la nueva sociedad. Casi, me atrevería a pensar, con un alto nivel de disciplina y conciencia por una sociedad justa y en coherencia con el medio ambiente, y con una visión de estado de derecho que se construye a partir de la lucha de clases.

Tanto la lucha oligárquica como la de la población marginalizada encuentran su sustento en el fracaso institucional y la incapacidad del Estado. La primera aprovecha la debilidad institucional para vivir parásitamente del Estado y utilizarlo para reprimir cualquier conato de levantamiento o reivindicación de derechos y la segunda justifica su sublevación en la inexistencia de un Estado que le asegure sus Derechos elementales y le permita una ciudadanía comprometida, asumida y en ejercicio de sus derechos civiles inalienables.

Nuevo orden mundial:

Hegemonía Yanqui, tecnologías y prácticas extractivistas

Pensar que esta es nuestra reconfiguración y que tal proceso también será solo nuestro puede ser, a mi manera de ver, un error tácticamente lamentable para el futuro del país y en la consolidación del sujeto (ciudadano y ciudadana) que pretende gozar del derecho al ejercicio de una ciudadanía comprometida con la especie humana y el medio ambiente. La era global, el mundo de las tecnologías y las relaciones con la tierra (hogar de todos y todas), fuente única de recursos para la satisfacción de las necesidades en la actual sociedad de consumo, son determinantes y buscaran imponer sus agendas ante cualquier propuesta que nacionalmente se haga. Ignorar esa fuerza es condenarse al fracaso rápido, reconocerla y calcularla puede darnos alternativas para pensarnos con ellas, pero para nosotros, con nosotros y por nosotros.

No tengo duda que el poderío yanqui está detrás de toda la crisis que sacude Honduras. Como no me queda ahora de su participación cuando el golpe de Estado (recientemente confesado por la señora Clinton) o de su papel en la lucha contra-revolucionaria de años pasados en la región centroamericana. Estados Unidos tiene claros sus intereses en la región y Honduras, como históricamente lo ha sido, tiene el amargo papel de ser patio experimental para los ensayos de sociedad que ellos se imaginan.

La participación de la embajada en espacios de decisión sobre el destino de empresas que solo le competían al Estado de Honduras, así como la aplicación de una ley (ley Kingpin) extranjera por sobre las leyes hondureñas, y en clara violación de un derecho emanado por el principio jurídico de presunción de inocencia, lo dejan más que claro. Somos lo que somos y estamos como estamos porque así nos necesita el poder hegemónico yanqui y cuando sus intereses sean otros moverá sus manecillas hacia donde le convenga. A menos, claro está, que los y las hondureños decidamos, de una vez por todas, construir nuestros propios caminos y seguir nuestras propias rutas.

El nuevo orden mundial, o la nueva configuración de sociedad en la que nos encontramos, no acaba en la invasión del poder hegemónico sobre nuestra soberanía, de hecho se extiende hacia espacios menos tangibles como la soberanía virtual y hacia recursos no renovables e innegociables como los presentes en los suelos y subsuelos. Está en juego, me parece a mí, la dignidad de todo un pueblo, el respeto por el medio ambiente y la identidad latinoamericana.

De ahí que en esta reconfiguración social el control de los medios de comunicación y del espectro virtual sea altamente necesario para quienes quieren ostentar el poder y, también creo yo, lo es para los que pretenden hacer esos cambios, desde otras cosmovisiones y con el convencimiento de que una sociedad armónica y justa todavía es posible. Esto sin embargo no resultará fácil, especialmente cuando a recursos naturales se refiere, porque el modelo económico actual, voraz y asesino, tiene como meta extraer todos los recursos presentes en nuestros suelos y subsuelos y no negociara con nadie, si no es poniendo como condición, el control absoluto sobre estos.

Honduras:

Tierra para sembrar utopías y cosechar un mundo mejor.

Intentaré, con estos últimos párrafos, salir del mar de confusiones en los que me encuentro escribiendo unas últimas reflexiones sobre Honduras y los y las hondureñas que habitamos esta digna tierra. Hondureños y hondureñas somos todos, sin duda, pero quedarnos en silencio aceptando nuestra nacionalidad como un elemento pasivo de nuestra vida, sin la convicción de sujetos de ciudadanía activa y sin convencimiento asumido de responsabilidad por la nueva patria no nos hará salir del atolladero en el que estamos.

Los y las hondureñas estamos llamados a enfrentar los males menores (Juan Orlando) con gallardía y apasionamiento, pero sin perder de vista que enfrentamos un mal mayor (capitalismo) que pone piezas a su conveniencia y las quita cuando no las considera necesarias. Pero este proceso puede ser largo y altamente costoso, por lo que necesitamos establecer estrategias y definir probabilidades en virtud de lo que hay o tenemos y lo que se deba sacrificar.

Somos por regla general un pueblo noble y virtuosamente amante de la paz que no tiene, por nada del mundo, ser interpretado como síndrome de cobardía o desprecio por la dignidad. Creemos en la paz, pero en esa paz que mana de la justicia y que se configura y consolida con gobiernos que democratizan la participación y consolidan e Estado de Derecho. Si para conseguir esos gobiernos y establecer ese Estado el pueblo hondureño tiene que renunciar a la paz pues tiene que hacerse así. El destino de Honduras esta en los hondureños y hondureñas que lo habitamos.

Somos de barro y tierra. De barro que erige la historia y tierra que germina la semilla en donde esta nuestra esperanza. Todos y cada uno de las y los hondureños debemos sentirnos tierra, debemos sabernos tierra en donde se pueda sembrar utopías y se pueda cosechar un mundo mejor para todos y todas.

Chaco de la Pitoreta

Last modified: 26/10/2015

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