Estudiantes caucanos lideran el campamento humanitario, social y popular en Popayán

Written by | Colombia, Internacionales, Suramérica

Este viernes 28 de mayo se cumple un mes del “estallido social” colombiano que inició como reacción ante las propuestas de reforma tributaria y de reforma a la salud, ambas  archivadas gracias a la presión ejercida por los diferentes sectores sociales.

Uno de los actores destacados durante este tiempo es el movimiento estudiantil. Quizás muchos desconocen sus orígenes, pero desde los años 20 ha aglutinado a los estudiantes y direccionado su inconformismo pese a los riesgos y la represión armada que enfrentan.

En el departamento del Cauca la represión por parte de la Fuerza Pública no ha faltado. Sin embargo, esto no ha impedido que la valentía del movimiento estudiantil -que ha alcanzado logros tan importantes como el de la séptima papeleta, que condujo a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991; la promoción y apoyo del Acuerdo de Paz y el aumento de recursos para la educación superior pública en el 2018– se detenga ahora.

En Popayán, la capital del Cauca uno de los más departamentos más afectados, antes y después de la firma del Acuerdo de Paz, los estudiantes pusieron en marcha un campamento humanitario, social y popular.

A pocas cuadras del Hospital Universitario San José unas telas gigantes de colores blanco, azul, rojo y negro colgadas entre los postes disponibles dan la bienvenida a quienes se acercan.

Al alzar la vista se observa la obra artística que adorna la facultad de salud de la Universidad del Cauca. En las paredes sobresalen algunas consignas en honor al paro y en el suelo hay algunas carpas de distintos tamaños y colores.

A la entrada, un vigilante saluda amigablemente mientras al recorrer las instalaciones aparecen carteles de los vecinos con palabras de aliento para los estudiantes: “héroes, gracias” son las palabras más frecuentes para expresarlo.

Caminando a través de la sede, a mano izquierda se encuentra el economato. Allí Sofía está organizando unas toallas, un champú, atendiendo llamadas y coordinando múltiples actividades con sus compañeros.

Sofía Preciado estudia historia en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad del Cauca en Popayán y hace parte del comité de logística; por eso, entra y sale sin parar y está un poco ronca.

“El campamento nace de una necesidad humanitaria en la ciudad de Popayán por todo lo ocurrido en los escenarios de movilización desde el 28 de abril, pues si bien no todos los días ha pasado que la fuerza pública arremeta, sí ha ocurrido muchas veces y no se contaba con un lugar seguro para salvaguardar la vida de la gente que quedaba herida en las calles y no podía regresar a sus casas. Ante esa necesidad nace la idea del campamento dentro de la U en el sector de la facultad de salud de UniCauca”, afirma Preciado.

En el campamento las tareas se dividen en aseo, logística, cocina y seguridad entre otras. “Estamos organizados por comités para garantizar el sostenimiento y la seguridad del campamento. Nos levantamos a las 6 de la mañana (…) Hacemos   ejercicios de pedagogía en los semáforos, porque aquí es punto central, y se le explica a la gente por qué continuamos en paro por la desmilitarización de las zonas, por el tema educativo y laboral, etc.,” explica Jesús Velasco, vocero de las facultades de ingeniería civil y electrónica y telecomunicaciones.

Además, de contar con un espacio seguro para protegerse, este es también un lugar para que las personas expresen libremente las ideas. Organizan conciertos, danza, cine foro, entre otras actividades y se ha convertido en un centro de artes y actividades culturales donde la sociedad y estudiantes tejen lazos para seguir transformando el país, explica Johny Obando.

Obando es miembro del Colectivo Estudiantes No organizados, es decir, que no hace parte del movimiento estudiantil que integran sus compañeros, pero trabaja con ellos en este y otros procesos.

Él está consciente de la importancia de apoyarse y de llegar a la comunidad: “Primero era un campamento estudiantil, pero el paro es de la sociedad, del pueblo, los barrios. La Universidad debe acercarse a la sociedad, para transformarla, llevarla a lo comunitario y a lo popular. Aquí hay personas de diferentes organizaciones, de campesinos, barras, de comunidades diversas, de los Sintecho, todos unidos por la transformación del país”.

Bremmen Hinestroza está aquí representado sectores sociales como el Ecobarrio Sinaí, la plataforma de los SinTecho y la Escuela popular para la Paz de Periferia Crítica. Es un artivista cuya imagen ha sido captada por las lentes de múltiples cámaras en marchas en diferentes ciudades del país con su personaje Colombia Desangrada.

La unión de la sociedad con la universidad se consolida en espacios como estos. “La relación con la universidad se ha dado desde hace tiempo porque la Escuela Popular para la Paz también es un proceso estudiantil de artistas, de la universidad y de otros sectores y el Ecobarrio Sinaí es un espacio que ha sido acompañado por la Universidad del Cauca y el rector, para generar espacios educativos y un acompañamiento en el marco de la lucha porque venimos evidentemente en un proceso de lucha”, sostiene Hinestroza.

Los vecinos los han acogido. En cualquier momento del día pueden verse personas con donaciones tales como alimentos, tapabocas o algo de dinero, otros miembros menos favorecidos de la ciudad comparten con estos jóvenes un plato de comida gracias a la olla comunitaria que tienen todos los días.

El campamento es un espacio abierto, pese a las precauciones que se tienen por la seguridad de quienes se encuentran allí, pues no faltan los hostigamientos, carros y motos de alta gama que se parquean frente al campamento y toman fotografías.

Pese al riesgo y el hostigamiento los estudiantes persisten. Sarah Klinger estudia Ciencia Política en UniCauca y hace parte de la Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios. Fue detenida por unos minutos la noche del 12 de mayo cuando Allison Meléndez, cuyo rostro fue inmortalizado en un mural del sector Pomona de Popayán, fue retenida por la fuerza pública horas antes de quitarse la vida.

No es el primer paro de Sarah. Participó en el año 2018 y ha estado vinculada a procesos sociales desde hace aproximadamente 10 años de los 24 que tiene. Si bien el detonante de este paro fue la reforma tributaria, explica, desde mucho antes el movimiento estudiantil estuvo en contra del gobierno.

“Nosotros como movimiento estudiantil fuimos de los primeros que salen a asumir la tarea que había puesto la sociedad cuando dijo que este no iba a ser un gobierno adecuado para el pueblo colombiano. Por eso, fuimos los primeros en hacerle un paro nacional al gobierno de Iván Duque en el año 2018”, indica Sarah Klinger.

Los estudiantes tienen la inteligencia, la creatividad, la rebeldía, pero también la alegría y el compromiso que exige despertar conciencias aun durmientes. “Nosotros como estudiantes, siendo parte del pueblo, también acudimos al llamado de la movilización y por esa capacidad que tenemos -de dar discusiones políticas al interior de la universidad- por la juventud que nos abarca (…) tenemos una tarea más contundente y debemos que asumir un escenario de conducción de la movilización. El llamado es a la unidad y nosotros estamos dispuestos a informar en los caminos de la Unidad; por eso, la instalación de este campamento humanitario”, añade Sarah.

Vidas en riesgo

Convocar, liderar y/o acompañar las movilizaciones les ha costado la vida a los estudiantes. Una de las primeras víctimas fue Gonzalo Bravo Pérez de la facultad de derecho de la Universidad Nacional, asesinado el 8 de junio de 1929 tras manifestarse junto a sus compañeros contra la Masacre de las Bananeras, diciembre de 1928, durante la presidencia del conservador Miguel Abadía Méndez.

También el 8 de junio, pero del año 1954 fue asesinado el estudiante Uriel Gutiérrez y el 9 de junio en el transcurso de la protesta contra el crimen de Gutiérrez 11 más murieron alcanzados por las balas de la fuerza pública durante la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla. Años más tarde, el 24 de noviembre de 1987, otra masacre fue perpetrada en la sede de la Juventud Comunista acabando con la vida de seis personas a sangre fría.

Desde entonces, las vidas de los estudiantes han corrido peligro por manifestarse contra las inequidades sistémicas en Colombia. Las cifras actuales son desalentadoras. Varios estudiantes han sido heridos, asesinados y otros desaparecidos mientras circulan imágenes de cuerpos flotando en el río Cauca que se cree corresponden a los desaparecidos.

Radio Temblor.org y el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) han llevado a cabo una impresionante labor documentando la violencia durante el paro y expresado su preocupación por la represión sufrida por los manifestantes.

En un comunicado conjunto  del 9 de mayo expresaron su preocupación por los caídos: “En Cali han asesinado a 35 jóvenes, mientras que no se ha registrado un solo homicidio a miembros de la Policía Nacional o de las FF.MM que hacen parte de lo que el gobierno llama “asistencia militar”. Lamentablemente, hasta el 23 de mayo la cantidad de asesinados durante el paro asciende a 59 personas, según Indepaz.

Pese a estas cifras, los estudiantes se movilizan. Día y noche realizan pedagogía del paro   en diferentes barrios de Popayán. Organizan ollas comunitarias, asambleas barriales, pintada colectiva de murales, círculos de la palabra, velatones y armonizaciones y marchan en las noches. Siguen tejiendo lazos con la sociedad caucana que con carteles hechos a mano les dicen: ¡Gracias muchach@s!

@Fresearchs

Texto y fotos: J. Fernanda Sánchez Jaramillo, comunicadora social y periodista, abogada y magister en relaciones internacionales.

Last modified: 30/05/2021

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