El desafío independentista catalán

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Desde hace meses los programas de noticias de televisión, los periódicos diarios, las radios, los discursos del presidente de gobierno español, del rey, de los tribunales, todos empiezan con la frase del “desafío independentista” de Catalunya. Es como si un huracán, una plaga o una amenaza terrorista se hubiera instalado en el reino de España y no hubiera manera de alejarla. Y ello a pesar del esfuerzo concertado del gobierno, tribunales, medios de comunicación y de los partidos políticos que defienden “la ley y el orden constitucional” en España. ¿ Qué pasa? ¿Qué es eso del “desafío independentista” de Catalunya?

Según esas fuerzas que resisten y tratan de sofocar en Santa Alianza ese desafío, se trata de una invención de unos pocos. Alternativamente van diciendo que es una suerte de huída hacia adelante de los políticos burgueses catalanes, enredados en la corrupción, para así salvar su pellejo político. Pero también dicen, sobre todo los políticos y medios ligados al PP, que esos políticos burgueses, la antigua Convergencia Democrática del ex presidente catalán Jordi Pujol, han cedido ante los anticapitalistas de la CUP.

En las tertulias españolas se debaten hasta el infinito todas las posibles causas y consecuencias de este “desafío independentista”. En pocas ocasiones y pocos medios se invita a catalanes independentistas, así que lo único que suele salir de tales debates es una reconfortante e íntima convicción de haberse despachado a gusto contra esos pocos malvados catalanes que quieren “romper la unidad de la patria”. Pero si fueran tan pocos, ¿cómo es que les siguen tantos?

Una mobilización sostenida y de millones

Desde 2012 cada 11 de setiembre, Diada nacional de Catalunya, salen a la calle más de un millón de manifestantes exigiendo un Estado propio. Lo hacen después de que el Tribunal Constitucional a recortara el Estatuto de autonomía catalán, aprobado por su Parlament, por el Parlamento español y votado en referendum por el pueblo catalán. Desde este humillante recorte de derechos (“nos lo hemos cepillado” dijo el dirigente socialista Alfonso Guerra), los catalanes vieron que no había encaje posible de Catalunya en el régimen de la monarquía borbónica española.
Todo viene de ese recorte, que supuso la gota que colma el vaso. Un vaso ya lleno de agravios: ataques a la lengua propia de los catalanes, ataques financieros a su autonomía, dejadez del Estado en todos los servicios e infraestructuras catalanas, etc. Catalunya, que representa una autonomía productiva, innovadora, culta, con tradición organizativa, es muy consciente de que el Estado español ha estado limitando históricamente su desarrollo por razones políticas.

A esta “deriva independentista” que iniciaron millones (no unos cuantos), el Estado no sólo no ha tratado de entender lo que pasa y de buscar una corrección a los desequilibrios, sino que ha respondido en la única forma que saben hacer los imperios: como “el Imperio de la Ley”. Es decir, con la ley en la mano y la espada en la otra, como hizo siempre el imperio español en las Americas, en Filipinas o en África. Volvemos a estar en las mismas.

“Si Catalunya se separa, España es inviable”

Pasado y presente se enfrentan en estos momentos en el enfrentamiento entre el Estado español y Catalunya. Un pasado que se parece, como una gota a otra gota, a las maneras del Imperio, del “mando y ordeno”, de considerar a las personas como súbditos y no como ciudadanas, de meter miedo y que se agache la cabeza. Pero eso ya no funciona en Catalunya. Ya las manifestaciones por la paz durante la guerra de Irak pusieron, gracias a Bush, a Barcelona en el centro de la resistencia pacífica a una guerra imperialista. Y Zapatero ganó las elecciones y tuvo que sacar las tropas españolas de esa guerra. Catalunya fue decisiva para su victoria.

Catalunya es una tierra de acogida. La mayor manifestación europea en favor de recibir refugiados fue en Barcelona. La mayor manifestación contra el terrorismo hijadista en Europa también fue en Barcelona. Sólo que fue una manifestación muy diferente a las demás. Junto con el dolor y la solidaridad con las víctimas, puso en el centro la respuesta ciudadana, no la guerrera. Desnudó la hipocresía del rey y gobernantes en la venta de armas a Arabia Saudí, país que financia el terrorismo. Hizo política con mayúsculas y dijo claro y alto: Vuestras políticas, nuestros muertos.

El temor del Estado español es grande. “Si Catalunya se separa, España es inviable” se le escapó al ex ministro de Justicia Ruiz Gallardón. No es así, pero sí es verdad que esta España, esta forma corrupta de monarquía, de medios de comunicación, de partidos, de negocios de “palco del Bernabeu”(el palco del estadio del Real Madrid), o sea de amiguetes, de funcionarios y jueces puestos a dedo, estaría en cuestión si existe y prospera una República catalana.

Así pues se entiende que exista esa Santa Alianza de todos aquellos que viven y medran en esta monarquía corrupta. Desde los que pagan a los que obedecen y “representan el pueblo”. Una alianza que llega hasta las filas de la izquierda pretendidamente “transformadora” o “ecosocialista”. Pues también hay una izquierda así en Catalunya y en los territorios del Estado español. Que debe dinero a los bancos, cuyas finanzas se basan en mantenerse en cargos en instituciones, en sindicatos, en ayuntamientos. Una izquierda que, a pesar de lo que dicen la mayoría de sus estatutos, ha permitido que unos cuantos se encaramen en el poder, se afinquen en él y se conviertan en reyezuelos.

Las sesiones de la ruptura institucional

Hoy el Estado español, gobernado por el Partido Popular, partido que fundaron ministros del dictador Franco cuando este murió, arropado por el PSOE, partido que se dice “socialista” y “obrero” y por Ciudadanos, partido montado por el IBEX35 como recambio al PP para cuando este falle, han acordado arremeter contra el derecho del pueblo catalán a votar en un referendum el próximo 1 de octubre. Y apoyan al gobierno cuando Rajoy ya ha dicho hasta la saciedad que “hará lo que sea” para impedir el referendum.

Ahora el Parlamento catalán acaba de aprobar dos leyes fundamentales en ese proceso hacia la independencia. La primera la ley del referéndum. Y la segunda la ley de transitoriedad jurídica, también llamada de “desconexión”. A partir de ahora prevalecen esas dos leyes catalanas por encima del Tribunal Constitucional de España y de las leyes y decretos de España. Dos legitimidades. Una surgida del pacto y Constitución de 1978, ahora bajo interpretación sesgada y torcida del PP y que ya sólo ha votado el 30% de la población actual por el tiempo transcurrido. La otra surgida del Parlamento catalán que apoya su mayoría absoluta y legitimidad en la movilización de millones de ciudadanos desde 2010 hasta nuestros días.

Las sesiones de los días 6 y 7 de setiembre en el Parlament de Catalunya pasarán a los anales de la historia parlamentaria. En un alarde de filibusterismo, los partidos de la derecha más el llamado socialista, trataron de bloquear, impedir, retrasar las dos leyes del referendum y de la desconexión. La tensión se podía respirar, casi mascar, en el aire. El ejercicio de hipocresía parlamentaria fue más allá de lo habitual: los grupos que habían llevado al Tribunal Constitucional una denuncia para impedir que se debatiera en el Parlament acerca del referendum, PP, PSC y Ciudadanos, ahora se hicieron los indignados por el “poco tiempo” que disponían, porque se aprobaban “leyes exprés”, y “sólo” dispusieron de dos días enteros desde primera hora de la mañana hasta la madrugada. Pero de lo que menos discutieron fue de esas leyes, sino de los “procedimientos”. Y a la hora de la votación, se salieron en bloque del hemiciclo. Bonita forma de hacer política de quienes no tienen argumentos.

Pero lo que quedará segura y desgraciadamente más gravado en la memoria de las personas catalanas es la intervención del portavoz y del presidente de la coalición de izquierdas Catalunya Si Que Es Pot. CSQEP fue una coalición que surgió rápidamente del acuerdo entre varios partidos (ICV, EUiA Y Podem) para presentarse unidos a las elecciones autonómicas últimas. Pues bien, esa pluralidad fue negada a que se expresara por el presidente de grupo, Lluis Rabell, lo que provocó que la mitad del grupo abandonara la sesión durante la palabra de Rabell. Junto a ello la intervención del habitual portavoz, Joan Coscubiela, ecosocialista y exsindicalista, atacó de tal manera el proyecto de ley de referendum y de desconexión que fue aplaudido entusiásticamente por los tres grupos de oposición, PP, PSC y Ciudadanos. Tras esa sesión el grupo CSQP ha quedado prácticamente dividido y Coscubiela ya ha anunciado que no se presentará a más elecciones.

La fuerza de un pueblo movilizado
La lección a sacar es que la fuerza de movilización de un pueblo como el catalán ya ha sido capaz de romper muchos obstáculos a los que se oponen a su derecho a la autodeterminación, sea de forma abierta o sea de forma taimada. Han caído muchos líderes políticos en desgracia. También partidos. Más que caerán si el proceso sigue. Porque no se puede luchar contracorriente contra un pueblo cuando este está decidido y movilizado a tomar las riendas del destino en sus manos. Y el pueblo catalán, después de años de movilización, lo está. Todo progreso social, económico, democrático, está relacionado con su propia capacidad de autogobernarse. Ese es ahora el corsé principal. Y la manifestación de pasado mañana, 11 de setiembre, demostrará hasta qué punto este pueblo está decidido a ir a votar el 1 de octubre. ¿Lo podrá detener el Imperio español?

Por: Alfons Bech

Fotografía: Jóven en la manifestación de la Diada nacional catalana de 2014

Last modified: 11/09/2017

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