Día de la vergüenza norteamericana en 6 claves

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El asalto de Tejero al Congreso fue ayer la única comparación que a la derecha española no se le ocurrió para el símil con lo que estaba pasando en Estados Unidos

1. Donald Trump consiguió ayer el objetivo que se marcó meses antes de las elecciones de noviembre: lograr que la tensión social en Estados Unidos pesara más que su derrota. Es el ABC del fascismo: o poder o destrucción. Quienes resaltan de Trump que ha sido uno de los pocos presidentes norteamericanos que no se ha enrolado en ninguna guerra durante su mandato, se olvidan de que la guerra de Trump era de otro tipo: civil.

2. El asalto al Capitolio, aunque no lo parezca, es una buena noticia. Supone el punto final al relato de mentiras de Donald Trump. Supone también la visualización del resultado último del fascismo: el ridículo nacional. Los relatos que, como el de Trump, se basan en mentiras amplificadas no desaparecen poco a poco y de manera imperceptible –como desaparece la nieve cuando sube lentamente la temperatura– sino que necesitan de una explosión, de un punto de inflexión extremo. El de ayer, con cuatro muertos y con el Partido Republicano –incluido el vicepresidente de Trump– desmarcándose de los delirios de su jefe, lo fue.

3. Que el trumpismo muriese ayer no significa que haya muerto la política de odio que Trump ha sabido encarnar tan bien durante estos años. Estados Unidos, con 230 años de democracia a sus espaldas, tiene por delante una tarea que, a día de hoy, parece imposible: lograr la convivencia entre la diversidad y quienes la odian. Ese es el verdadero legado de Trump. Cuando el fascismo o los manchurrones de aceite tienen la oportunidad de instalarse, cuesta la vida sacarlos.

4. Lo de ayer fue un intento de golpe de Estado. Cutre, como todo lo que promueve la ultraderecha, pero golpe de Estado. Como presidente aún del Gobierno norteamericano, Trump era el responsable de que el Capitolio tuviese la seguridad necesaria para que la institución funcionase. También de desalojar a quienes habían protagonizado el asalto. No hizo ni una cosa ni la otra, sino alimentar vía Twitter el conflicto, al mismo tiempo que intentaba salvar su culo tras comprobar que aquello podía acabar en problema de responsabilidad penal. Hay dos tipos de líderes fascistas: el valiente contra el débil y el valiente mientras no sea él quien pague las consecuencias de sus actos. Trump reúne todas las virtudes. Si finalmente Trump acabase sentado frente a la justicia, esto supondría agravar en el tiempo el problema de convivencia. Si no se le juzga por este intento de golpe de Estado, sería generar un grave problema de impunidad.

5. Como sabemos desde hace tiempo y como pudimos comprobar ayer, la nueva ultraderecha no sólo la encarnan señores con tricornio o rapados con esvásticas, sino también frikis que juegan a salvar la patria creyéndose paramilitares desde el ordenador de casa. Hay que hablar claro: el fascismo ha sabido dar cobijo a lo más bajo (no económica ni socialmente, sino éticamente hablando) de la sociedad. Por primera vez en una generación, el más tonto de la clase, el más violento del barrio, el más homófobo de la familia, el más racista de la oficina, no esconde sus miserias, sino que las muestra con orgullo. Gracias a la nueva ultraderecha, que ha acogido de brazos abiertos a los elementos más bajos de la evolución humana, estos han descubierto que no están solos. Ni en Estados Unidos ni en España. Hoy, el Torrente de Santiago Segura no sería una parodia, sino un concejal más de cualquier ayuntamiento del país. 

6. La derecha española volvió a retratarse ayer frente a un acontecimiento de envergadura. Si la conservadora Ángela Merkel, si los mismos miembros del Partido Republicano de Trump condenaban sin matices lo que ayer sucedió, los representantes del trifachito español se dedicaron al ridículo de hacer piruetas comparando un asalto a la soberanía nacional de Estados Unidos con las manifestaciones del 15M o con las protestas feministas frente al parlamento andaluz tras la llegada de Vox. El asalto de Tejero al Congreso fue ayer la única comparación que a la derecha española no se le ocurrió para el símil con lo que estaba pasando en Estados Unidos. Las derechas europeas o la norteamericana tienen una diferencia clave con la derecha española en lo que respecta a su relación con la democracia que les hace saber diferenciar protesta legítima y golpe de Estado fascista. Ni el partido de Merkel, ni el Partido Republicano de Estados Unidos fueron fundados por ministros reciclados de una dictadura. A día de hoy, esto se sigue notando.

Por: Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto.

Fuente: ctxt.es

Foto: Blink O’fanaye

Last modified: 08/01/2021

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