El mar Mediterráneo, la nueva ‘fosa común’ que alcanza a Panamá

Written by | Panamá

Considerada como la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, unos 12,000 refugiados han muerto tratando de cruzar el mar Mediterráneo. Con ese telón de fondo, Panamá se ha visto envuelto en una polémica tras el retiro de su bandera al buque humanitario Aquarius.

Condenados al anonimato y negados sus derechos, hombres, mujeres y niños desaparecen entre el silencio del mar Mediterráneo, hoy convertido en una suerte de ‘fosa común’ para los millones de refugiados que se arriesgan a cruzarlo.

Las escalofriantes cifras oficiales dejan pocas dudas sobre la trampa de muerte en la que se ha convertido el ‘Mare Nostrum’, donde miles de personas buscan llegar a Europa desde el sur.

De acuerdo al Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Mundial para la Migración (OIM), más de 12,000 personas han perdido la vida en el Mediterráneo desde 2014 a la fecha, correspondiendo estos números, solamente a las muertes contabilizadas, lo que deja fuera de los registros a cientos de refugiados que ni siquiera llegaron a convertirse en estadísticas.

Con ese telón de fondo, la organización humanitaria SOS Méditerranée y la también oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF) lanzaron este viernes un llamado de apoyo a la labor que realiza el buque ‘Aquarius’, embarcación utilizada por ambos grupos para el rescate de refugiados en el Mediterráneo, y actualmente inhabilitada para navegar luego de que el Gobierno panameño le cancelara el registro a la nave el pasado 23 de septiembre.

Los Invisibles

Actualmente las costas libias, turcas, griegas e italianas hacen de ‘vertederos humanos’, al recibir la llegada constante de cuerpos sin vida de refugiados.

Tan solo el recuento de este mes de septiembre ilustra una tragedia normalizada: la mañana del pasado viernes, el diario español El País , informó sobre un refugiado muerto en una playa de Almuñécar (Granada, sur de España), que según las autoridades podría haber tenido ‘mucho tiempo en el agua, quizás un mes’.

Una semana antes, el mismo rotativo reportó el hallazgo de tres cuerpos en diferentes playas de la ribera ibérica; menos de veinte días antes, fue ubicada una balsa improvisada con cinco inmigrantes muertos.

Hace casi un mes, el día 1 de septiembre, cien inmigrantes perecieron ahogados tras un naufragio en aguas compartidas por Libia, Malta e Italia, incluyendo mujeres embarazadas y bebes.

‘Más de 20 niños han muerto, incluidos dos gemelos de 17 meses que perecieron, junto con su madre y su padre’, contó uno de los supervivientes de los testimonios recogidos por MSF.

Estos casos son casi parte del ‘paisaje’ del Mediterráneo. En junio pasado fallecieron otras 100 personas cerca de las costa de Trípoli (Libia); en 2014, el hundimiento de un barco en Malta dejó 500 muertos y el desastre del Lampedusa (Italia) en 2015 se saldó con 700 fallecidos.

Esta crisis migratoria, la más grave desde la Segunda Guerra Mundial, enfrenta además, las restricciones por parte de algunos Gobierno ribereños del Mediterráneo, que han restringido el uso de sus costas a los buques humanitarios. De allí que no se puedan hacer rescates ni contar los muertos. Se abre una larga lista de naufragios invisibles. Organizaciones como la holandesa United for Intercultural Action, hablan de más de 34,000 decesos desde 1993.

Un barco ‘Panameño’

Oficialmente registrado en Panamá, el caso del ‘Aquarius’ dejó al país en medio de la polémica por el retiro del pabellón, medida que según Médicos Sin Frontera, fue dada por presiones del Gobierno italiano, conformado por una coalición de partidos que incluyen fuerzas de extrema derecha y antiinmigrantes.

Panamá negó cualquier tipo de coacción de Roma, señalando que el barco humanitario no cumplió los reglamentos nacionales, ejerciendo actividades -búsqueda y salvamento- para las que carecía de autorización.

Para la catedrática de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá y estudiosa de la realidad europea y del Medio Oriente, Briseida Allard, la situación deja preguntas sobre en qué condiciones son incluidas embarcaciones en el registro nacional. En el caso del Aquarius, entro al mismo el 21 de agosto pasado.

‘Era de dominio público desde hace tiempo, que el buque en cuestión y las organizaciones que gestionaban el barco hacían trabajos de rescate en el mar (…) las autoridades tiene que precisar hasta dónde no sabían sobre las operaciones del barco’, señaló Allard.

El buque fue adquirido por MSF y SOS Méditerranée en 2016, desde entonces operó como nave humanitaria hasta que le fue revocado -en una polémica similar, por rescate de inmigrantes- la bandera de Gibraltar y adquirió la bandera panameña.

Allard explicó a La Estrella de Panamá , que de acuerdo a la normativa internacional son los países ribereños —en este caso el Mediterráneo— los que están obligados a dar respuesta frente a una situación humanitaria, sin embargo, ‘queda en entredicho’ la imagen del país al dejar dudas tanto de la inscripción del buque como su diligente cancelación, lo que en opinión de la docente universitaria ‘amerita una investigación’.

Panamá tiene cerca de 8000 barcos bajo su bandera, estando algunos de estos envueltos en escándalos. En agosto pasado fue interceptado en Italia un barco de pabellón panameño con 20 toneladas de hachís, en febrero otro fue retenido en Tunez con contrabando de material de guerra y en mayo de 2017 una embarcación fue hallada en Ecuador con cinco toneladas de cocaína.

Crisis Europea

Distanciados del drama que ocurre en el mar, en Europa el tema migratorio cobra un sentido distinto, hoy vista por algunos sectores como amenazas, es un tema de primer orden en la política interna.

Convertida en bandera de la extrema derecha, estas fuerzas -con matices por país- se caracterizan por una retórica xenófoba, racista y en algunos casos simpatizantes del antiguo fascismo europeo, encontrando en los inmigrantes el ‘origen’ de los problemas que aquejan a la población del viejo continente.

Los partidos de ultraderecha: Frente Nacional (Francia), UKIP (Reino Unido), Partido de la Libertad (Holanda), Fidesz (Hungría), Partido Ley y Justicia (Polonia), Amanecer Dorado (Grecia), La Liga Norte (Italia), Alternativa por Alemania y otros, mantiene un franco crecimiento electoral y comparten un elemento en común, su agenda de ‘nacionalismo’ antimigratorio.

Para Allard, es una simplificación relacionar el surgimiento de este tipo de fuerzas solamente con la explosión migratoria.

Según la docente universitaria, algunas de las explicaciones estarían más bien en la profunda crisis dentro de la propia Unión Europea, como a lo interno de sus Estados miembros.

‘Hay diferencias y desigualdades entre los proyectos nacionales y la Unión Europea (…) desde Bruselas se imponen intereses que benefician a unas elites, en particular los intereses de Alemania’, señala la internacionalista.

En ese sentido, el periodista y escritor británico, Daniel Trilling, coincide con Allard en que la crisis europea no tiene sus raíces en la actual situación migratoria, aunque sí ha enrarecido el panorama.

En un análisis publicado en The Guardian , Trilling califica como ‘mito’ que los inmigrantes pongan en peligro los ‘valores europeos’ -cristianos y blancos-, como aseguran los grupos de ultraderecha.

‘En los últimos años, los ‘valores europeos’ se invocan tanto para ayudar a refugiados y migrantes como para atacarlos (…) las dos concepciones están equivocadas. La primera trata de tapar el hecho de que Europa es un continente diverso, donde las tradiciones cristianas, musulmanas, judías y laicas llevan siglos (…) la segunda imagen presenta a Europa como un faro de esperanza (…) si bien es cierto las naciones europeas han superado la guerra y luchado contra el totalitarismo, muchas de ellas ganaron dinero y poder conquistando y administrando grandes imperios. Algo que se justificaba, en parte, por una idea de supremacía racial europea. Y la unidad de Europa, según sus documentos fundacionales, fue un mecanismo para mantener el poder imperial, además de prevenir futuros conflictos dentro del continente’.

Sobre este mismo asunto, Allard subraya además, el rol de los países occidentales en propiciar parte del desastre migratorio actual.

‘Occidente tiene una enorme responsabilidad en la crisis migratoria, su injerencia en las llamadas ‘primaveras árabes’, el respaldo a grupos armados en la guerra en Siria o el bombardeo de Libia en 2011, desestabilizaron la región, lo que tuvo como consecuencia este flujo masivo que esta teniendo lugar hoy’, apunta la catedrática.

Según las cifras de Naciones Unidas, el aumento de los migrantes hacia Europa coincide con la destrucción de Libia tras los bombardeos de la OTAN en 2011, de hecho, de acuerdo a la prensa europea, la mayoría de los refugiados en el barco Aquarius son libios.

Otra de las nacionalidades que llegan a costa europeas son los yemeníes, cuyo país se encuentra sumergido en una sangrienta guerra frente a una coalición liderada por Arabia Saudí, este último uno de los más importantes compradores de armas de Estados Unidos, Alemania y otros Estados occidentales.

‘(En Nigeria) con el combate Boko Haram (…) la excusa de Occidente fue salvar a la niñas abusadas por este grupo terrorista (…) el país fue intervenido por esta razón e igual las pequeñas siguen sufriendo, fue un engaño para tener presencia allí’, indica Allard.

Nigeria es uno de los países de África del cual salen el mayor número de migrantes, destacando también Somalia y Sudan.

Por: Juan Alberto Cajar

Last modified: 02/10/2018

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