La tumba de las luciérnagas, el horror de la guerra.

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Dedicado a tod@s los niños que han sufrido guerras, especialmente a la memoria de lo/as niño/as japonese/as que vivieron el terror de las bombas atómicas.

Por DaniaBetzy Batista Guevara.

Hace 30 años en Japón, se estrenó la película animada titulada “La tumba de las luciérnagas”, de la mano del director Isao Takahata, quien a su vez se basó en el relato biográfico del novelista japonés Akiyuki Nosaka. Para el reconocido crítico cinematográfico, Roger Ebert, es una de las mejores y más poderosas películas sobre la guerra.

No fue hasta hace poco que la contemplé, gracias a mi hija, quien me hizo referencia a la misma, porque no conocía su existencia. Debo reconocer que han sido pocas las que me han llegado a tocar profundamente. Su mensaje es fuerte, demoledor y aleccionador.

Desde los primeros minutos, este filme logra captar la atención y sabes cómo girará la trama solo con la frase “El día 21 de septiembre de 1945, ese día yo morí”. La misma narra la difícil historia de dos hermanos, Seita de 14 años y Setsuko de 5 años, hijos de un oficial de la Armada imperial del Sol naciente, quienes les tocará sobrevivir los bombardeos de las fuerzas aéreas del ejército estadounidense contra la ciudad de Kobe, en plena Segunda Guerra Mundial, buscando refugios antiaéreos, como el resto de la población, corriendo asustada donde no los sorprenda la muerte.

A medida que avanza la película, habrá una extraña mezcla de alegría, dolor y tragedia en la vida de estos niños, que observan tristes, como es arrasada su ciudad a causa de una guerra que no entienden, pero que aún en las peores circunstancias tratarán de ser felices en su inocencia.

“Pese a enmarcarse en la Segunda Guerra Mundial, La Tumba de las Luciérnagas en ningún momento trata el motivo del conflicto ni emite juicio alguno sobre vencedores o vencidos. Pasa de puntillas, como si fuese un elemento totalmente ajeno, distanciándose y evidenciando que lo de menos es el motivo. La guerra es un absurdo en sí mismo que únicamente trae sufrimiento a los habitantes de las naciones en conflicto. Víctimas inocentes de la sinrazón cuya única ilusión es llegar a ver otro día más. En ellos es en quienes realmente se centra esta película.

Seita, el niño protagonista, muere en una estación de tren, solo y abandonado a su suerte ante la indiferencia de los presentes que ya han visto y vivido tantas situaciones similares que parecen ya inmunizados ante el dolor ajeno, acostumbrados a lo que debería ser la excepción. Convertido ya en espíritu, Seita comienza a recordar su corta vida y la serie de acontecimientos que le ha llevado hasta su muerte en una forma extremadamente dura de iniciar una película, ya que te roba cualquier esperanza de un final feliz y te posiciona como espectador de una tragedia anunciada, un continuo esquivar vicisitudes de la vida, un nadar para morir en la orilla”. Rubén Sánchez (Mayo 7, 2015)

“La tumba de las luciérnagas” es una joya del cine antibélico, que muestra una fuerte crítica a la insolidaridad, egoísmo y deshumanización de la gente adulta, lo que logra causar en el espectador rabia e impotencia.

Es una película que no se puede dejar de observar, sobretodo para las presentes y futuras generaciones para crear conciencia sobre los horrores de la guerra.

Los dejo con algunas de las frases más memorables de esta película:

¿Por qué las luciérnagas mueren tan rápido?

– ¡No te vayas! ¡Quédate conmigo! ¡No me dejes sola!
– No te preocupes, Setsuko.
– Compraré algo bueno, comida nutritiva. Y nunca más te dejaré. Nunca, nunca más.

Nunca más despertó.

La mañana siguiente, puse algo de las cenizas de Setsuko en la lata de caramelos, entonces bajé la colina. Nunca volví al refugio.

Last modified: 07/08/2018

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